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Mostrando entradas de mayo, 2019

El quebranto del ayer

He pasado por gélidas madrugadas llenas de paranoias, culpas y recuerdos que me lastimaban como un camino hecho de espinas. He escuchado los ahogados gritos de mi almohada y le rogaba que me perdone por ser el diluvio en sus relieves donde se acunaban mis males y bienes. Mis sábanas estaban perfumadas con la esencia de un blue, mi voluntad paso de enérgica a gandul, mi ambedo era la termita que comía el abedul de mis alegrías. Conocí la depresión,  en la ocasión menos indicada para cada momento que pasé en las tinieblas a mi parecer, la falta de querer era tan basta que hasta dudaba de que hubiera alguien que me pueda entender. Sin embargo vestía mis penas con el azul mis venas y llevaba mis cadenas con garbosos harapos para sonreír por no llorar y así no delatar al asesino que mi sonrisa quería matar. Inclusive desde el mástil del velero se veía en declive los te quiero y la tierra prometida que veíamos ya no estaba ahí. Le di la mano al te amo que llego a mi vera y en el veran

Mi muerte en un escrito

Ya no deseo más dolores, no deseo más peripecias, me bastaron mis erróneas decisiones para llamarla tiro de gracia, no busque nunca el quebranto, pero siempre fui ese tonto, que se esforzaba tanto para servir cual manto en los momentos de desencanto y fracase por cuánto más de lo que hubiera querido, le cantaba a la luna en mis noches más nefastas, buscaba refugio y sosiego abrazando sus faldas bastas, pero hasta la sonrisa del crepúsculo se hartó y me gritó basta y me lanzó al exilio dejándome sin amor y alejándome de mi casta. La lluvia de mis ojos es cálida como brisa del caribe, mi corazón llora sangre y es mi alma destrozada la que con una fuerza desconocida escribe, en mis ojos solo se refleja el vacío del universo y en los harapos que visto como piel residen las constelaciones dibujadas con una hoja grisácea y decoradas con relieve, el gélido tacto de la parca es el sueño que desde aquella noche abarca toda mi mente, un solo beso de ella me basta para hallar la calma eterna