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Mostrando entradas de noviembre, 2019

Dos días y volvemos a empezar

Recuerdo cada día ver al señor Jack, antes que hombre, era un amauta admirable, un rico sin posesión alguna, a mis ojos un sabio sin escuela, un corajudo sin coraje, un guerrero pacifista, un abedul sin raíz, un arcoíris con escala de grises, siempre que pasaba por el Malecón de Miraflores lo escuchaba dar prédica sobre la vida, el amor, el valor de todo, desde lo más relevante, hasta la relevancia de lo que el mundo ignora, en muchos casos aprendí bastante. Recuerdo haber pasado en una tarde otoñal, con unos vaqueros negros, mis converse negras, un polo manga corta de color blanco y una chaqueta negra, mis pasos eran calmos y el cigarro que fumaba se consumía con parsimonia , mi atención era víctima de la escaramuza sobre que divisar, el andar de los autos o las nubes que dibujaban estos con el carbono que se secretaban sus tubos de escape o la manera tan elegante que tenían los perros de cagar, las banales discusiones de las parejas por saber quién quiere más al otro o algún arrebato

Desde mis ojos

Antes que nada queria decir que esto no es una prosa como las que siempre suelo hacer, este es mi primer cuento y realmente me gusta la idea de hacer algo nuevo y espero que a las pocas personas que lean lo que escribo también guste de el. Provengo de una camada de la cual solo sobrevivimos tres hermanos incluido yo, obviamente, éramos siete pero el destino no lo quiso así, no lo discuto, nunca entendí los azares de la vida y aunque tampoco estoy de acuerdo, es poco, por no decir nada hay que pueda hacer para oponerme. Mi madre me enseñó que la vida tiene planes muy interesantes y que lo altibajos siempre van a estar presentes, honestamente no lo entiendo ahora, pero supongo que con el tiempo lo haré. Me llaman Jazz, soy el tercero de mi camada y el último en sobrevivir. Mis hermanos siempre me dejaban sin comida, porque me dormía con la música, eh ahí el origen de mi apodo, el mismo que después se hizo mi nombre y es que no era mi culpa sucumbir ante el ambedo que causaba esa bella