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Dos días y volvemos a empezar

Recuerdo cada día ver al señor Jack, antes que hombre, era un amauta admirable, un rico sin posesión alguna, a mis ojos un sabio sin escuela, un corajudo sin coraje, un guerrero pacifista, un abedul sin raíz, un arcoíris con escala de grises, siempre que pasaba por el Malecón de Miraflores lo escuchaba dar prédica sobre la vida, el amor, el valor de todo, desde lo más relevante, hasta la relevancia de lo que el mundo ignora, en muchos casos aprendí bastante. Recuerdo haber pasado en una tarde otoñal, con unos vaqueros negros, mis converse negras, un polo manga corta de color blanco y una chaqueta negra, mis pasos eran calmos y el cigarro que fumaba se consumía con parsimonia , mi atención era víctima de la escaramuza sobre que divisar, el andar de los autos o las nubes que dibujaban estos con el carbono que se secretaban sus tubos de escape o la manera tan elegante que tenían los perros de cagar, las banales discusiones de las parejas por saber quién quiere más al otro o algún arrebato de celos o los quejidos sin causa del humano, pero ninguna ganó, todas las opciones fueron brutalmente aplastadas por el señor Jack, físicamente daba lástima, la descripción del Hidalgo Don Quijote de la Mancha daba una mejor imagen que él, sus hombros caídos y su cansado mirar eran una paradoja ante su retórica, sus harapos, que harapos, esa palabra era mucho para su vestir, el hombre se cubría con una sábana agujereada, tenía las vergüenzas al aire, carecía de zapatos y tenía garras en vez de uñas y un estilo que se podría considerar abstracto si hablamos de su cabello, su imagen era una burla a la moda y a la higiene personal, pero su retórica, su doctrina era tan fuerte, tan profunda y florida, pero lo más importante es que era real. 
Aquella tarde me detuve a oír su dialéctica en prosa, esta hablaba del amor y decía: 
“Me parece una sátira el concepto de amor moderno, sus gestos, sus affaires tan vacíos, tan superfluos y su menester de sexo sin mesura ni sentimientos son prueba basta para probar que todos quieren querer mucho pero pocos se atreven a amar. Todos quieren a Platón por su concepto de platónico, pero lo que no saben es que él plantó en Plutón planes de fidelidad, rosas que erosionan un concepto de amor y que demuestran que el plan de Platón era aprender a que el amor al alma es el peldaño principal” 
La gente lo llenaba de improperios, de injurias carentes de fundamentos pero a él parecía no importarle, sin embargo a mí me ofendían sin saber el porqué. 
En otra ocasión lo escuché responder a la interrogante que hizo un hombre malicioso, que por su tono y su mirada buscaba hacerlo entrar en controversia con sus palabras y hacerlo cambiar de opinión, la pregunta fue: “¿Consideras que el poder puede superar las sensaciones que te produce el amor de una pareja?” y él respondió totalmente estoico lo siguiente: 
“Ni la droga más pura supera el éxtasis que sus besos producen en mis labios, su mirada es el viaje al lado oscuro de la luna, su tacto el calor del sol, sus abrazos la nave al olimpo y sus piquitos en mi cuello un paseo por el corazón del Tártaro mas su sonrisa es el retorno a la tierra para empezar otra vez, si piensas que el poder es más placentero que el amor, lamento que no tengas el poder de ver tu gigantesco error, mis palabras no son las de un enamorado de una rosa, mis palabras son el fruto del amor con locura y el poder de volver loco al amor” 
Las personas se iban lentamente y por alguna razón pese a que todos se habían ido, el que quedó realmente fui yo. 

Recuerdo aquel hombre desgreñado, cuyas mechas daban lástima, con una sonrisa incompleta que causaba pena y gracia al mismo tiempo, su harapos daban vergüenza ajena y su carencia de calzado dejaba a la vista sus descuidados pies, aquel hombre era la personificación del desaseo, la pobreza, las enfermedades y la inmortalidad, pues no hallaba explicación lógica para entender el cómo ese tipo seguía con vida, era toda una piltrafa humana, pero su prédica era diferente, tenía coraje, era osada, era como las estocadas de un esgrimista, sutiles, elegantes y precisas, a lo que me refiero es que podían despertar conciencia en las personas sin ser brusco, ni grosero. Aquella tarde paseaba por el malecón de Miraflores con unas zapatillas All Star, un vestido amarillo que sufría el realce del sol de estío y lo oí hablar sobre el amor a la vida y decía lo siguiente: 
“Que sabrá la vida del amor, si los vivos solo aman la vida cuando no sienten dolor y en los momentos más dolorosos exhortan carecer de vida, ignorando que la vida ama hasta la muerte y la muerte ama a la vida mientras vive, por eso el recuerdo de esta perdura, sin la muerte el amor no descansa y sin amor la muerte se olvida.” 
Sus palabras eran un deleite a mis oídos, pero a las personas parecía no causarle interés y aunque me dolió, no me ofendí, la gente se iba y aquel hombre esperó a que se vaya hasta la última persona, se acomodó los harapos y partió, yo lo seguí con parsimonia con el temor a ser descubierta, cuando lo noté llegamos a Larcomar, analizaba cada paso que daba aquel hombre, cada vez que se distraía, el cómo y parecía que me copiaba, mas no sabía quién copiaba a quién, hasta que me harté y lo detuve para conversar un momento, quería saber cómo había aprendido tanto, pues pese a sus descuidada apariencia parecía tener el cuarto de inviernos que yo tenía y le dije: 
*Buenas ¿Puedo hablar un momento con usted? Soy Rose 
-Hola, me llaman Don Jack ¿En qué puedo ayudarla? 
*¿Por qué me sonríe? ¿Lo llaman? ¿Cuál es su nombre? 
- Te sonrío como respuesta a tu sonrisa, sí, me llaman Don Jack. No es importante mi nombre, solo te diré que me conoces tanto como yo a ti. 
* Bueno ya, se está haciendo de noche y solo tengo una pregunta. 
- El tiempo muchas veces es solo una ilusión y a veces hablar contigo misma es bueno. ¿Cuál es tu duda? 
* ¿Conoces la dicha? 
- Soy dichoso desde que te conocí. 
* No estoy hablando de eso, lo sabes ¿Verdad? 
- Lo sé, en nuestro inconsciente somos conscientes de nuestras palabras. 
* Me queda poco tiempo, responde a mi pregunta por favor. 
- Ya lo hice, conocí la dicha al conocerte, la ves cuando miras tu reflejo, la sientes cuando te abrazas y las escuchas cuando hablas, sé que te que te volveré a ver. 
* ¿Cómo estás tan seguro de eso? 
- Porque cuando sueñas me ves, en ese lugar donde el tiempo no existe, donde no hay necesidad de partir, ahí somos uno hasta que te vayas a dormir. ¿Por qué estas llorando? 
* La noche se hizo triste, nadie me había dicho algo así. 
- No lo hizo nadie, lo hiciste tú. 
* No te entiendo. 
* Pero al menos ya me escuchas, me duele verte llorar, siento tu dolor por algún motivo, mientras abraces la ilusión de nuestro cuerpo, no estarás sola, eres la primera persona que me escucha. 
Terminó de decir eso y justo antes de responderle se me acercó un niño y me dijo algo extraño que entendí después, lo que me dijo fue: 
* ¿Señorita, con quién estaba hablando? 
- Con Don Jack 
* Ahí no hay nadie. 
Y cuando me giré para probarle al niño con quien hablaba no había nadie más , pero ahora podía oírlo dentro de mí.

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