Con sólo veintidós primaveras hiciste emerger una vida, jamás
sabré si fue planeado o mero azar, quizá fue un accidente, quizá te llenó de
júbilo saber que iba a llegar, sé que por el nacer de tus comprensibles
temores, casi no llego a nacer, fuiste valiente al ser madre antes que mujer,
pasaste el riesgo de tu vida en tu viaje, donde el equipaje fui yo, tu meollo
alimentó mis noches de vida, tu afecto me brindó fuerza, tu impura pureza me
brindó calma y tu impetuoso espíritu me regaló la sonrisa.
Nueve meses recorridos en el limbo donde juntos nos hallábamos, callabas tus dolencias cuando mis ocurrencias causaban sismos en tu ser, la paradoja del sexo femenino, ser tan frágil como el cristal más fino, pero tan dura y valiosa cual diamante, fui el rival número uno para tu esbelta silueta, recuerdo cuando me narrabas tus súplicas para sosegar mis berrinches mientras estaba en tus adentros, recuerdo los nervios en tu relato, eras incipiente, jamás fuiste recipiente de existencia y en esas épocas te hiciste mi pasaje a la vida.
Por fin llegó el insoslayable momento, nuestro tan esperado encuentro, tus brazos brindaron cobijo a mi impoluto y sollozante cuerpo, vi el fuego del amor en tus ojos, tu satírica sonrisa, esa meliflua voz, ese semblante fatigado, ese café que reflejaba mi ser, el ambedo te vestía, cuando no hacías más que atisbar la cúspide del viaje, empezó a germinar un inmarcesible amor, el mismo que llegó con una epifanía, iniciaste el sendero de madre sin saber lo que vendría y tus etéreas caricias me liberaron del gélido despertar.
Pasaste noches atendiendo mi llanto nocturno casi sonámbula, soportaste las invectivas que te calificaban de vesánica, de abusiva, pero tu juiciosa supiste sobrellevar las peripecias de tu enojo por mis caprichos, ya dije lo que mostraba el fuego de tus luceros, pero en tus momentos de ira me calmaba al ver a Lucifer desnudo en tus ojos, recuerdo cómo me balanceaba en tus brazos, me sentía en una cama de nubes, las noches jugando con Morfeo en tu regazo, recuerdo tu novel cuidado tan lleno de amor, recuerdo sentirme seguro al ser dos pepitas sobre un lienzo con tarima, mi primera musa a quien llamé *MAMÁ*.
Superamos siete primaveras, pero llegó nuestra caída como equipo, un tropiezo nuestra historia, grabada en ambas memorias, una curva en el trayecto ya vivido, pero si bien es cierto la pasé parca, fue la barca que me llevó a una madurez y creo una coraza falaz, lleno de inseguridades, complejos, pero vestida de egocentrismo, cuando sentía pisado miedo solo me observaba en el espejo de Narciso, no sé si fue una burla o un guiño de lo incierto pero el destino así lo quiso, pero ahora es pasado.
Pasaron cinco veranos donde el sol no brillaba pero el crepúsculo me regalaba un calor apócrifo, pasé de una selva de cuatro paredes a una cálida morada, lugar donde el amor reinaba, mas yo sólo sentía como latigazos lo que hoy sé fueron caricias, admiro tu valor, hacerse amiga y guía del odio mismo al que vida otorgó amor, perdonaste mis injurias causadas por la furia que habitaba en mí, lograste sosegar mi quebranto y pudiste erradicar los fantasma de mi pasado.
La diferencia del pasado al hoy es abismal, en mi ayer fui arisco, indolente, carente de apatía con la gente, cruel sin importar quien se hallara frente a mí, inhumano ante el dolor de mis allegados, inefable actuar de mi parte, pero llegaste tú con tú misericordiosa sonrisa, me regalaste absolución, me dice soluciones para toda situación, te hiciste mi amiga, mentora y fuente de inspiración para mis letras, me hiciste luchador y me enseñaste que la mejor defensa ante el dolor es la ironía.
Ya estoy cerca a mis 20 inviernos, entendí por tus doctrinas que el infierno está en la tierra y que el fuego no siempre destruye, en tus ojos dominaba la incandescencia que emanaba tu ígnea pasión, me hice indulgente, amable, sensible, objetivo, algo frío pero solidario, minucioso, ladino y elocuente; un poco demente pero presente siempre para quien me necesite, tengo que admitir que las peripecias en nuestro camino fueron muchas, tú siempre fuerte mi escudera ante las dudas desde la cuna y te agradezco por eso mi eterna luz de luna.
Nueve meses recorridos en el limbo donde juntos nos hallábamos, callabas tus dolencias cuando mis ocurrencias causaban sismos en tu ser, la paradoja del sexo femenino, ser tan frágil como el cristal más fino, pero tan dura y valiosa cual diamante, fui el rival número uno para tu esbelta silueta, recuerdo cuando me narrabas tus súplicas para sosegar mis berrinches mientras estaba en tus adentros, recuerdo los nervios en tu relato, eras incipiente, jamás fuiste recipiente de existencia y en esas épocas te hiciste mi pasaje a la vida.
Por fin llegó el insoslayable momento, nuestro tan esperado encuentro, tus brazos brindaron cobijo a mi impoluto y sollozante cuerpo, vi el fuego del amor en tus ojos, tu satírica sonrisa, esa meliflua voz, ese semblante fatigado, ese café que reflejaba mi ser, el ambedo te vestía, cuando no hacías más que atisbar la cúspide del viaje, empezó a germinar un inmarcesible amor, el mismo que llegó con una epifanía, iniciaste el sendero de madre sin saber lo que vendría y tus etéreas caricias me liberaron del gélido despertar.
Pasaste noches atendiendo mi llanto nocturno casi sonámbula, soportaste las invectivas que te calificaban de vesánica, de abusiva, pero tu juiciosa supiste sobrellevar las peripecias de tu enojo por mis caprichos, ya dije lo que mostraba el fuego de tus luceros, pero en tus momentos de ira me calmaba al ver a Lucifer desnudo en tus ojos, recuerdo cómo me balanceaba en tus brazos, me sentía en una cama de nubes, las noches jugando con Morfeo en tu regazo, recuerdo tu novel cuidado tan lleno de amor, recuerdo sentirme seguro al ser dos pepitas sobre un lienzo con tarima, mi primera musa a quien llamé *MAMÁ*.
Superamos siete primaveras, pero llegó nuestra caída como equipo, un tropiezo nuestra historia, grabada en ambas memorias, una curva en el trayecto ya vivido, pero si bien es cierto la pasé parca, fue la barca que me llevó a una madurez y creo una coraza falaz, lleno de inseguridades, complejos, pero vestida de egocentrismo, cuando sentía pisado miedo solo me observaba en el espejo de Narciso, no sé si fue una burla o un guiño de lo incierto pero el destino así lo quiso, pero ahora es pasado.
Pasaron cinco veranos donde el sol no brillaba pero el crepúsculo me regalaba un calor apócrifo, pasé de una selva de cuatro paredes a una cálida morada, lugar donde el amor reinaba, mas yo sólo sentía como latigazos lo que hoy sé fueron caricias, admiro tu valor, hacerse amiga y guía del odio mismo al que vida otorgó amor, perdonaste mis injurias causadas por la furia que habitaba en mí, lograste sosegar mi quebranto y pudiste erradicar los fantasma de mi pasado.
La diferencia del pasado al hoy es abismal, en mi ayer fui arisco, indolente, carente de apatía con la gente, cruel sin importar quien se hallara frente a mí, inhumano ante el dolor de mis allegados, inefable actuar de mi parte, pero llegaste tú con tú misericordiosa sonrisa, me regalaste absolución, me dice soluciones para toda situación, te hiciste mi amiga, mentora y fuente de inspiración para mis letras, me hiciste luchador y me enseñaste que la mejor defensa ante el dolor es la ironía.
Ya estoy cerca a mis 20 inviernos, entendí por tus doctrinas que el infierno está en la tierra y que el fuego no siempre destruye, en tus ojos dominaba la incandescencia que emanaba tu ígnea pasión, me hice indulgente, amable, sensible, objetivo, algo frío pero solidario, minucioso, ladino y elocuente; un poco demente pero presente siempre para quien me necesite, tengo que admitir que las peripecias en nuestro camino fueron muchas, tú siempre fuerte mi escudera ante las dudas desde la cuna y te agradezco por eso mi eterna luz de luna.
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