Un rocío caballeresco
Nunca pensé que tendría tanto temor a un lienzo en blanco, no pensé que este día llegaría, me siento juzgado, con el alma saturada por tantas noches de tortura inmunda por dudas mías tan intrínsecas, mis miedos son más fuertes y me vencen más rápido cada vez, pero sigo en pie, con la cordura atrofiada y aterrando a mi calma con carcajadas tan mórbidas, llorando océanos una gota a la vez, mi cama se hizo un lecho en el cual el hecho de despertar mi conciencia ya es una molestia, que tedio sentir odio por el amor y amar el odio porque se va con el tiempo pero sin “ti”, se "empo"dera de mi la histérica historia que escribió la musa y se desviste dejando al desnudo mis miedos más profundos para abusar de mi y empieza el juego del cazador y la presa, la pluma libera y a la vera de ésta mi verdad muestra la gélida realidad que calienta la locomotora del timorato bellaco que atacó sin tregua alguna y no le importó corromper la etérea laguna con el escarlata de mis adentros, somos presos de nuestra libertad, ni el aire es libre si el vacío lo atrapa, el fuego se extingue con un suspiro, el agua se seca y la tierra solo vive para ser pisada por criaturas inferiores a ella, soy un despojo de humano, tan roto que mis retazos de hacen pedazos al reflejarse entre ellos por el cristalino cuerpo que poseían, soy la cruz sobre la esquela que dice “en paz descanse” y el alba próximo se va porque la noche ciega la clara visión del día, el mar huye de la orilla por su aridez. Perdón papel, hoy no me siento digno de escribirte, me siento tan sucio, tan apagado, tan bajoneado y cabizbajo, me tiemblan las manos por el simple hecho de tomar la pluma y me siento juzgado al ver mi sombra en el papel, las palabras huyen de mí, estoy mudo y me siento solo, solo estás tú y mi quebranto para hidratar la dermis de mi faz que felicita con una sonrisa satírica y tirita por los gritos de mi alma, mi soledad no solo me enajena sino que me envenena y me regala cadenas que condenan a la sangre a la criogenización de mi pecho, no hallo la serendipia que será mi respuesta ni pasaje a la utopía que suelen llamar felicidad, perdón mi cobardía, ya no veo lo que escribo, es la palabra quien me guía y me lleva pero no lo hace con permiso sino a la fuerza, cada paso es una estocada, cada lágrima tan densa y cálida como el escarlata que huye de mi torso por lo herido de este, tan melifluo como el mejor anfitrión, tan fuerte como Ares y tan desdichado como ratón en casa de pumas, de qué me sirve reír, si por dentro lloro y me quiebro en silencio, hablo sin palabras y grito con mi menesterosa mirada, mi reflejo negó ser yo mismo, he sido tan asiduo en la carrera de llorar que cada rocío caballeresco ha sido una demagogia al optimismo y no hay placebo que duerma el dolor, en sueños lloro y muero, despierto y mi alegría muere, pero estoy llorando y nadando en un océano de pseudo-alegría con la utópica esperanza de volver al ignorancia en la que era dichoso sin saberlo.
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