Con cada calada
el humo no baja sino sube, llega a mi cabeza el vaho que se mezcla con mis memorias
haciendo del ayer un olvido irresoluto que batalla por seguir, en absoluto quiere
quedarse, exhorta quedarse, mas otra parte de mí quiere dejarlo morir.
Sí, lo confieso,
como Julio Ramón Ribeyro me pudro entre el humo de la musa que me mata
lentamente, me besa, cual beso de Singapur de la prostituta más infectada, cada
beso, cada caricia es un paso más hacia la enfermedad que llamamos vida y
aunque la muerte es el antídoto, no hay piloto o capitán capaz de pilotear esta
fragata o avioneta dura cual ágata rosácea o rojiza que se hace una con el
arrebol del vespertino.
Contra el azar
del destino que sigue y hiere, que no se muere mientras haya un presente, un
hoy.
Tengo sueños que
se plasman en este lienzo, en este que no es papiro, es un suspiro cual orgía
de estrellas fugaces, peregrinan en el cielo y no hacen las paces, son
estrellas y peces que a veces no ves y otras sí, solo que no hay anzuelo, no
hay un cielo, no hay un suelo en el cual bailar.
Son ideas que
arremeten y se desembocan en mi boca loca de atar, no hay azahar que me calme o
paliativo que me de paz, mas una lágrima de tinta, una huella que marca mí
índice y mi medio, sin embargo, respeta mis nupcias sin anillo en mi anular.
Es cierto, la
tinta se acaba de a pocos y es de locos el buscar respuesta a todo, he ahí el
motivo por el cual soy vesánico, confuso para muchos, claro para otros, al
final yo solo soy yo; un demente tras una pluma con sangre como tinta, lágrimas
rojas y corazón cristalino, no hay sentido en nada, pero todo tiene un sentir.
La tinta se acaba
de a pocos, tal vez no pueda terminar este escrito, antes que la última gota
bese esta hoja, quiero decirte la verdad, yo te…
Comentarios
Publicar un comentario