Pañales y Capas
La flor de tu vida abrió sus pétalos un enero del 2008, yo en mis años de
zopenco mendigando un “te quiero” y tu tan digno de amor
con solo nacer.
Cuando vi tus ojos se
iluminó mi mundo, te oí reír para reírme de lo que fue mi soledad.
¡AY! Que
mentecato niñato que no entendía que la gran verdad que en tus ojos latía.
El lunes un amor
somero, el martes un interés apócrifo, el miércoles un no casi rotundo, no te
quería en mi mundo, el jueves una sonrisa de soslayo, el viernes un subterfugio
para ver si estás bien, el sábado una querella por sosegar tu quebranto, el
domingo tomaste mi índice con tu mano y sin ser tu padre no sabes cuanto te
amo.
Soporté tus llantos y
caprichos, imbuido por un amor de escudo, forjado en tiempos para mi persona
desconocidos, la espada de mi compañía siempre estuvo, está y estará contigo.
Te he visto decir
“Mamá”, “Papá”, “Chachi” para referirte a mí, te vi dormir en mis brazos con el
pollito pío de fondo o con Beethoven cuando quería que tu sueño sea profundo.
Fui testigo de tus
primeras penas, esas que regaban tus mejillas y terminaban en la luna de tu
sonrisa y pude ver cómo quedaron atrás tus pañales junto con tus gateos.
Vi desde tu corta
edad que te gustaban los animes, las caricaturas y el dibujo, también conocí tu
ceño fruncido cuando me comía tus dulces o cuando a pinceladas te hice hombre.
No imaginas cuantas
veces hablé a tus espaldas para que no te castigaran, cuantas veces te vi
dormir mientras terminabas tus tareas y yo les daba fin.
Fui tu armadura ante
las correcciones y el oso que abrazaste en ocasiones de miedo y soledad, fui tu
compañero de travesuras, el cómplice de tus venturas y la mirada para hacerte
ver el camino menos malo, no existen caminos buenos o malos, solo senderos.
Me parece irrisorio
narrar tus derrotas, me gustan tus victorias, me gusta verte reír, me encanta
enseñarte lo que desconoces, amo cuando me enseñas a mí.
Garrapata jocosa,
minucioso cuando tu voluntad así lo quiere, zalamero cuando favores necesitas,
siempre honesto con tus “te quiero”.
Tu lenidad hacia los
felinos te metió en escollos y pasaste peripecias por tu necedad, inerme ante
el odio, vives en crucifixión al amor.
Tu orden es mi opuesto,
apuesto a que lo sabes, las cosas se esconden ante tu pomposa fetidez, rauda
comadreja a la hora de la poltronería, tu parsimonia brilla cuando te toca
hacer las cosas.
El capitán quesito,
el más chapulinesco ser, guerrero cuando quiere, lilipendo en todo su haber.
Hoy la capa que
cargas te denomina capitán, tus doce veranos y tu energía parece nunca acabar,
no importa que tan lejos me halle, cuando mires la luna o necesites me vas a
hallar.
Pañales y capas, tu
infante candidez, tu meollo se forma mientras no lo ves, pronto los gallos se
harán pesados, pronto dejarás de necesitarme para crecer.
Comentarios
Publicar un comentario