Hay cosas que
suceden sin previo aviso y el mejor ejemplo de esto es su servidor, al menos el
día de hoy que me encuentro en el metro, con un millar de cosas en la mente y
falto menos de un segundo para que una dama me flechara y es que los hombres
somos así de predecibles, podemos tener hambre, frío, preocupaciones, pero de
un momento a otro llega un flechazo, allá el valor de cada uno para hacer que
ese lechazo sea efímero o inmarcesible. Volviendo al tema de la damisela, cuya procedencia,
pasado, presente, vida o siquiera algo que válido como para decir “te conozco”.
Solo sé por inferencia que la dama es diestra, que gusta y viste calzado
casual, mas camina poco, que es de temperatura cálida, que ama hacerse las uñas
y que proviene de algún linaje canoso y posiblemente asiático, sé que nació con
ojeras, y que no pasó una noche decente en al menos un par de días, sé también
que me atrae, sin embargo solo será un gusto como quien mira una rosa en un
jardín admira y guarda su belleza para no hablar de ella ni presumirla a los
amigos por el hecho de que ellos lo van a considerar poco trivial, ese tipo de
amores de metro son los que muchos de nosotros y seguramente las mujeres pasan
a por este tipo de cosas también. Son amores de estación de ellos que duran los
ocho pitidos de aviso antes de que se cierre la puerta y veamos a nuestro
platónico perderse entre la gente sin haber tenido el valor de decirle un “Hola
¿Cómo estás?
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