En una tarde de
verano, donde el sol hace sudar la tierra, hace que cada paso pese más de lo
habitual, donde los rayos del sol bajan por el cuello nuestro y hace que
nuestros ojos se cierren ante el brillo del mismo día; se topan dos parejas de
la mano, mientras aquel europeo mira con desidia al peruano y a su cónyuge,
aquel peruano se para derecho y lo mira con ojos de escarpelo y la dama mira a
la chica con altivez.
─Hola amigo, buenas tardes, tengo una pregunta para ti.
─Buenas tardes, dígame mi foráneo amigo ¿Cuál es tu pregunta?
─¿Qué le ven los americanos y europeos a sus mujeres?
─Permíteme que te responda esta pregunta con otra, en base a tu respuesta te
diré la razón. ¿Cómo son sus mujeres?
El europeo con aires de grandeza, se tira el cabello hacia atrás, barre a la
pareja peruana y luego de que termine su interminable suspiro, responde con
solemnidad.
─Desde el otro lado del mundo, en América y Europa, a donde el sol llega
primero y la noche huye de nosotros; nuestras mujeres son de tez nevada y piel
tersa, de ojos color cristal, como laguna al alba o de un brillo esmeralda,
tienen ondas en el cabello o hilos de oro, tiene una figura que solo
significaban trémulos trazos de un dibujante enamorado o caricias del mas
delicado escultor, quizá bravas pinceladas o un retrato puntillista, nuestras
mujeres fueron nacidas para iluminar, para recibir odas y halagos, para ser
servidas, para juzgar nuestro trabajo, hay una minoría, un gentío latente que
frecuentemente pisan en aras de una voz en alza, aunque aún nuestros oídos oyen
más el silencio de la belleza superflua, que nuestros ojos al ver el perfecto
giro de ballet de un huracán con senos y pestañas largas. Así son nuestras
mujeres.
─Wao, ¿En serio? ¡Qué hermoso! Ahora te diré el porque eligen a nuestras
mujeres y a esa minoría.
El peruano se subió el pantalón, se abrió el cuello de la camisa, se remangó
las mangas y se colocó buen el sombrero de paja que tenía puesto, la peruana
que ya sabía que iba a pasar, vio a su esposo y le besó la mejilla para darle
un aliento mudo.
─Nuestras mujeres son muy diferentes, y aquí te canto los motivos.
─Nuestras mujeres latinoamericanas no nacieron para iluminar, nuestras mujeres
tienen un semblante tosco, como si el pintor las hubiera hecho con ira, cómo si
el dibujante fuera esquizofrénico, como si pintor fuera un vanguardista
expresando con golpes de acuarela la segunda guerra mundial, nuestras mujeres
son de silueta robusta y pies aplomados, nuestras mujeres tienen piernas
carnosas y unas caderas de jarrón griego, tienen pechos firmes que se elevan al
cielo y descienden al infierno, pechos que bailan al son de su palpitar y que
con solo verlas respirar, notas explosión bombeante, nuestras mujeres no
nacieron pala iluminar, nacieron para pelear junto a nosotros, nuestras mujeres
no son delicadas, son guerreras innatas, nuestras mujeres nacieron pala pelear,
para destruir cada escollo, para cuando vean a su hombre caído lo levanten,
para que lo cubran y defiendan, para cuando ella caiga sea el esposo o su
hombre el que dé la cara por ella, nuestra mujer no se oculta tras nuestra
espada, nuestras mujeres son las espadas, ustedes tienen caballeros, nosotros
tenemos guerreros, nosotros peleamos en su nombre, porque mientras ustedes las
alaban con odas y mil y un jodas, a nosotros nos regalan flores, nos dan flores
por cada lucha, llegan recién secas y regresan escarlata, nos dan rosas por
cada lucha, porque nuestra pugna nunca acaba, porque nuestras mujeres son
capaces de sacar adelante a 10 hijos solas, no se mueren por un hombre, son
ellas las que se rescatan y salvan solas, nuestras mujeres no nacieron para
iluminar, nuestras mujeres nacieron para darle sentido a la noche, para
espantar al diablo con una mirada y traer el nuevo día con un canto, nuestras
mujeres no son solo encanto, nuestras mujeres latinas son el quebranto de un
planeta, la fuerza de un cometa, el beso de una diosa y aleteo de una mariposa,
por eso elijen a nuestras mujeres, la fuerza latinoamericana con senos y largas
pestañas, nuestras mujeres son la hija de una espada con un lazo florido por
mera altivez.
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