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Una de esas noches

Era una de esas noches en las que al ver el cielo no hallas estrellas, de esas en las que al ver el firmamento tan vacío te sientes parte de él o ella.
Era una de esas noches en las que miras al suelo para buscar qué piedra patear un momento y una lata a la que impactar con tu desabrida, patética y monótona vida.
Era una de esas noches en las que ves en las tiendas lo mejor o lo menos malo de ambos mundos, un par de vetustas pasas hablando con ira y lenguaje masticado sobre política y sobre a qué candidata le darían su "erecto voto" para luego reírse y apoyarse en sus rodillas porque el peso de los años les fatiga y dificulta pararse; desde el otro lado de la moneda un grupo de crápulas haciendo un pozo con la propina de sus padres para comprar el trago más barato y los cigarrillos más genéricos con intención de fumar y toser después.
En una de esas noches andaba con un pantalón pegado mis piernas, con sujetador oscuro el cual era tapado por una camisa negra como la noche que me acompañaba. Me empezaron a aburrir las conversaciones que tenía con mis amigos y amigas, harta de rechazar hombres y quejarme del amor y hasta las tetas de saber cuál fue el último revolcón de mi mejor amiga, entonces decidí dejar el móvil y con la cámara subí una foto provocativa para el resto, para mí, normal. Después de todo soy hermosa, me costó mucho poder apreciarme, me tardé demasiado en simplemente aceptar mis defectos como para saber que tengo los correctos, por eso soy perfecta. En el pináculo de mi aburrimiento decidí hablar con uno de los tantos tontos "amigos" que querían mi cuerpo, mi intención no era más que conversar, él era un payaso, uno de esos treintañeros que vive con su madre y para recorriendo planetas por tanta hierba que fumaba, como ya dije antes mi intención era conversar o quizás bailar un rato ya que él era muy buen una pista de baile.
Era una noche de esas en las que por fin encuentras algo que hacer para no ser abrumada por toda la avalancha de aburrimiento que tenías encima, recorrí las cuadras rumbo a su casa, a la hora de entrar entré escondidas simplemente para evitar que su madre me viera, mientras nos dirigíamos a su cuarto pasamos por el salón de baile, sonaba una música Lofi como fondo y las luces led de colores que te presagiaba la llegada a su habitación, al entrar estaba su cama destendida, un colgador desorganizado, las paredes llenas de posters de bandas de rock y un aroma a incienso barato para ocultar la peste a marihuana, empezamos a conversar y de repente sacó un poco de marihuana para ofrecerme y acepté. Entre palabras y caladas terminé totalmente mareada hasta el punto que empecé ponerme roja, no podía parar de toser, él tuvo que traerme un poco de agua para poder respirar nuevamente, trataba de mantenerme lo más serena posible para superar ese vergonzoso momento, pero la marihuana comenzó a hacer efecto, mis reflejos cada vez eran más lentos, mis movimientos más torpes, mi sonrisa no daba tregua a mi seriedad puesto que quería escaparse a la fuerza. Él solamente hablaba y se reía pero su tono cambiaba y cada vez me confundía más, solamente lo escuchaba pero no estaba atenta a lo que me decía, mi mente lo odiaba y sólo pensaba en cosas como: 
¿A si es como cazas? ¿Soy tu presa? ¿Acaso soy solo un cuerpo para ti? ¿Acaso solamente significo placer? ¿Y qué hay de mí? ¡No soy solo un cuerpo! ¡Soy más que una cara bonita, senos, vagina y culo!
Mi mente quería llorar de la ira, mis cejas fruncidas eran antónimas a mi sonrisa drogada, esto hacía que nada de lo que pensara fuera en serio y así lo fuera, mi cuerpo no respondía a mis órdenes. De pronto no pude mantenerme sentada y caí viendo el techo con la mirada buscando un punto fijo y mis balbuceos como lenguaje que solo le causaban gracia, ahí estaba yo, indefensa, asustada, con ansias de risa forzadas, sin poder moverme como quería, con cada pensamiento hecho fotogramas y cada movimiento realizado de manera tan lánguida y agostada, entonces él dejó de hablar y empezó a pasear sus dedos por mis manos mientras subía y bajaba por mi brazo y mi mente gritaba:
¡No me toques! ¡Aléjate! ¡Deja de reírte! ¡No me parece gracioso! ¡No soy un juguete! 
Las caricias empezaron a subir cada vez más y mi cuerpo era contrario a mi cabeza, él comenzó a enredar mi cabello lentamente y a acariciar mi cuello haciendo caminos con los dedos, bajó hacia mi escote que empezaba a sudar, mis bragas se hunedecian, mi mente era una paradoja perenne y gritaba: 
¡He dicho que me sueltes! ¡Suéltame! ¡Bésame! ¡Por favor no pares! ¡Basta! ¡No me acaricies así! ¡Ah! ¡Ay ! ¡Sí! ¡No! ¡Basta! 
Él dejó mi cabello y empezó a desabotonar mi camisa dejando mi sujetador a la vista y besaba mi escote hasta que mostró mis pechos al tope de su cuarto dejando mis senos ante sus embusteros y asquerosos ojos que los miraban con la lascivia y ademanes de conquista, cosa que me ponía cada vez más furiosa. Él se acercó a mí rostro para tratar de besarme y estábamos ahí, a centímetros de los labios del otro, mi mente lo veía con asco, pero la calentura de mi cuerpo me quería empujar hacia sus carnosos y toscos labios, trataba de evitar esto a toda cosa y él se aprovechó de esto, solo podía pensar:
¡Déjame! ¡Tu puta lengua nunca va entrar a mi boca! ¡No me toques! ¡Por favor, basta! ¡Sigue! ¡No me lamas el cuello ! ¡No toques mis pechos! ¡No muerdas! ¡No pellizques mis senos que excita! ¡No te atrevas a bajar! ¡Dije que no! ¡Si vas a tomarme, hazlo ya! 
Este dejó dejó de tocarme y empezó a abrir mi pantalón y deshacerse de mis bragas, se deshizo de toda la ropa que cubría mi cuerpo y abrió mis piernas para lamer mi clítoris sin pausa ni prisa, mis manos tomaron su cabeza al inicio para  detenerlo y terminé haciendo todo lo contrario, lo estaba empujando mucho más hacia mi húmeda vagina, el arco de mi espalda se empiezaba a notar con fuerza y empecé acariciar su pecho con ganas de arañarlo por el odio que sentía y buscaba su cuello para tratar de ahorcarlo, pero estaba tan débil que mis intentos de estrangulamiento eran al mismo tiempo eran caricias, yo quería hacerle daño, mas hice lo mi mente rechazaba, pero mi cuerpo permitía, él se estremecía pensando que me gustaba lo que hacía y yo con más asco solamente lo tocaba, quería alejarlo y mis manos lo tomaba de la camisa suplicando que parase y él entendía que siguiera, no pasó mucho para que este se bajara el pantalón, después el bóxer y me volteó como si fuera suya, solo podía pensar:
¡Por favor para! ¡No quiero esto contigo! ¡Me duele! ¡Basta por favor! ¡Ay! ¡Para! ¡Sigue! ¡Ya estas dentro hijo de puta! ¡Para! ¡No pares! ¡Sigue! ¡No te detengas! ¡No termines dentro! ¡Ay! ¡Eres un asqueroso! ¡Cobarde! ¡Ojalá te mueras! ¡Ya tuviste lo que querías, déjame ir! 
Este se subió el pantalón y el efecto de la droga terminó en mi cuerpo, al igual que su puta, cobarde y mediocre hombría. Con el poco orgullo que me quedaba opté por limpiarme, buscar mis bragas, colocarmelas al igual que mi pantalón, arreglar mi ropa para salvar la poca decencia que me quedaba y marcharme. 
Era una de esas noches en las que sales sintiéndote, sucia, deseada, arrepentida, dominante, dominada, patética, usada, estúpida, confundida, con ganas de saber los porqué de lo sucedido, la duda sobre si lo que pasó fue culpa tuya y al mismo tiempo como miedo encontrar la respuesta. 
Era una de esas noches en las que fumas para olvidar, en las que te duchas para limpiar impurezas y culpas que sientes pero no te competen, una de esas noches en las que juras que no volverás a dejar que esto le pase a nadie, pero sabes que era una de esas noches que más vale olvidar.

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