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Carta catartica

Hoy es uno de esos días donde tengo el valor de la pluma, pluma si es que la metáfora me otorga el honor de tomar su libertad.
Estoy en los días donde el poeta muere por un me gusta y la duda es si el poeta gusta de lo que escribe.
Pero hoy no busco reflexiones, ni ideas vacuas, no. 
Hoy busco dolor, trasmitir el dolor que vive en mis adentros, que me oprime el pecho cuando el silencio me seduce y domina.
El sangrado de mis labios ante el mordisco por un "No vale la pena".
El dolor te hace sentir tranquilo, sirve de inspiración, diálogo universal sin letra alguna, hoy te regalo una lycoris radiata (flor de muertos) para enaltecer tu belleza fúnebre.
Hoy duele ver la noche que tan hermosa me parece, duele pensar en lo solo que estoy a pesar de ver gente apoyarme.
 Y es que la soledad no es cantidad de gente a tu vera, si no ver que el sinónimo más fiel del otoño es la primavera.
Luna roja… ay luna roja que con tu sutil rubor vistes de candor el aullido de este estepario canino.
Violáceo lienzo con algodones trémulos, tan tremulos que huyen ante el suspiro de tus corrientes para liberar la vista a tus lunares que iluminan tu cuerpo, mi bella noche.
En la misma me cuestiono si mi sendero está bien, si el amor vale la pena o habrán penas que valgan un amor.
Muchas veces elegí cocinar bajo tu brillo para que el contacto de mis lágrimas generen combustión e incineren mis manos que no sueltan la sartén.
Aquel que cocina de noche alimenta sus fantasmas más silvestres y estos en agradecimiento te dan colmillos en el día.
Soy un ladrón de vida y heraldo del quebranto, mis saludos son despedidas y las hojas componen mis manos, cada caricia un corte nuevo con amor al sagrado sangrado. El amor duele, más si te ama este desgraciado.
Besé tu frente para tatuarme en tu memoria y me reflejaste el hechizo, besé tus manos para estar en tus huellas y tocaste mi corazón, nunca he sido creyente de la dicha cuando fue dicha pues cuando cantas el deseo, solo matas la intención, pero tú… Me has obligado a ser mejor persona, me obligas a dejar caer el yugo de mi ira ante mi propia persona cuando quiere rendirse, ojalá me permitieras llorar un momento, cómo ahora que escribo como me siento y me duele el pecho cada que palpita y cada letra que escribo es una punzada… ahora entiendo la razón.
Carta catartica a mi vida, a mi demonio más cobarde que no suelta opinión, entérate que el infierno sin fuego no es nada y la cocina no vale la pena si no existe corazón y sazón.

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