Amo el amarte como te amo, detesto el odiarme como me odio, entre el área limítrofe entre entre el trofeo y lo feo, soy el tropiezo con adjetivo.
Objetivo sin buscar, intensiones bailarinas con lagunas, que bailan con la brisa buscando cuna, donde sus sueños puedan descansar.
No me odio al punto de tirar del banco, pero si al nivel del asiento taciturno, viendo el cielo nocturno y cavilando entre sí no me estas conmigo en ese momento, tal vez mi amor no basta como el firmamento para vestir la hora que marca el reloj.
Me odio como para pensar que revestir mis miedos es el disfraz del actor o la nariz del payaso, ave rapaz que burla al sonido por lo alto, pero vuela raso.
Sin embargo, te amo tanto que si la vida me da limones y no gustas bebida, haré tu postre favorito porque me gustas consentida.
Te amo tanto como para decir que desperté contigo al darle sentido a mis sueños, ya no son tan míos, solo lo son si los cumplo contigo.
Te amo tanto que marea el pensar cada escenario donde estés feliz, donde rías por verdad, ya que todo halla un sentido cuando estas aquí y es mi labor darlo, si no lo estás.
No busco culparte, te conozco, conocí y conoceré lo suficiente como para entender que abrazas la rosa, pero besas la espina para merecerla, sabiendo que vales la vida, eliges el llanto del parto, para no incomodar.
No es cuestión de culpa, ni la opción es el exilio, no es un pedido de auxilio, ni algo que la absuelva, solo te expreso que amo el haberte conocido porque encontré un motivo, una causa, una luz para ver un camino, un jardin en la ventana de nuestros sueños o al menos los míos contigo, la mejor rima es tu nombre para vivir en el edén.
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